jueves, 14 de abril de 2011

Oviedo, capital gutural

Debo reconocer, antes de empezar, que para un auténtico ingorante como yo, hablar del concepto de guturalidad es llenarse la boca de palabras que a uno, la verdad, le quedan grande.
Porque, ¿qué es la guturalidad? No hablo, obviamente, de la emisión de sonidos con la garganta. En el contexto en el que nos movemos, la guturalidad es algo tan abstracto, tan inasible, que sólo puedo intentar definirla mediante una metáfora: ¿Alguna vez ha practicado, mi amable lector/a, sexo —con otra persona— acompañado/a de un bote de nata en spray? En contra de lo que pueda parecer, tiene poco de erótico, ya que a los cinco minutos de finalizar el coito, el olor a rancio, mezclado con el sudor, es realmente indefinible, y no se quita ni con dos ni con cuatro duchas. Pues bien: este olor, aplicado al escurridizo concepto de “cultura”, es lo que podríamos definir como guturalidad.
con el gorro de pensarY en Oviedo tenemos la suerte de contar con un auténtico guerrero de la guturalidad, nuestro amado alcalde Gabino de Lorenzo (pose el ratón en la foto, póselo), y su esfuerzo por convertir Oviedo en una Ciudad Gutural no debe ser despreciado.
Los que aquí vivimos ya sabemos que en la vieja Vetusta vive demasiado hippie perroflauta, demasiado bohemio trasnochado, demasiado progre con pretensiones de cultureta. Y esto debe terminar.
La lucha de nuestro excelentísimo en favor de la guturalidad no se limita exclusivamente a un programa musical basado en el Flamenco o la Zarzuela, típicos géneros asturianos, que despiertan la pasión de nuestro gutural líder, o en centros de exposiciones como el desaparecido CAMCO (Centro de Arte MODERNO Ciudad de Oviedo), donde hemos podido ver a un gran número de artistas del siglo XIX, y dónde sólo hemos echado en falta alguna retrospectiva sobre fallas valencianas, retablos medievales o escenas de caza rupestres. Los esfuerzos de nuestro prócer también se dirigen a filtrar y seleccionar adecuadamente las influencias benéficas y nocivas, externas e internas.
Porque cuando hablamos de, por ejemplo, modernidad, los Vigilantes de la Ciudad son celosos de quien se encarga de traerla. Afortunadamente Santiago Calatrava fue el responsable de hacerlo hace unos años; aunque desgraciadamente, de los edificios rebosantes de buen gusto que entresaca de los proyectos de fin de carrera de sus entregados becarios sólo nos pudo encalomar uno, que los prepotentes articulistas del Architectural Review calificaron como full horror en su ingorancia. Pongo una foto bien explícita para que podamos disentir de tal afirmación, y comprobar que el urbanismo gutural SÍ entiende de proporciones, armonía y de diálogos con el espacio.
el punto verde de la esquina es godzilla a tamaño real, para comparar
Pero limitémonos a la música. Y permítanme que resuma mucho.
Oviedo, en su guturalidad, abunda en locales de ocio con música amplificada donde podemos escuchar a Bisbal o Chiquilicuatre a toda hostia mientras degustamos garrafón de primera clase en diversos estados de descomposición.
Desafortunadamente, a otros hosteleros les va aquello de pensar, que es una costumbre muy mala que distrae de trabajar, y pretenden hacer música en directo en sus locales. No se dan cuenta de que la música en directo suena FATAL. Y lo que es peor, se empeñan en géneros de mal gusto como los conciertos en acústico de cantautores o, horreur, el jazz; esa música que nació en las casas de putas del sur de Estados Unidos y tradicionalmente tocada por negros (¡¡¡negros!!!) a un volumen inaudible. Así que en 2004 nuestro Amado Líder tomó cartas en el asunto prohibiendo toda manifestación de cualquier actividad artística que fuera en contra de los principios del Movimiento, o algo así que entendí.
Pero no se crean que al Ayuntamiento de Oviedo le falta visión. Cuando, por una terrible confusión homofónica, quiso aspirar a la Capitalidad Cultural Europea 2016 (es fácil confundir Cultural con Gutural), los responsables guturales se dieron cuenta de que a las razas degeneradas que no viven en el paralelo 43 norte, longitud 5 oeste, apreciaban especialmente la música en directo y otras manifestaciones artísticas más o menos espontáneas. Con lo que hicieron la vista gorda durante algún tiempo con respecto a ese tipo de iniciativas, aun cuando tuvieran lugar en la inmortal ciudad tan bien retratada en La Regenta.
Mas, ay, cuando la confusión se resolvió (y eso que al final se apuntaban Gijón y Avilés al carro) y quedó claro que Oviedo, de Capital Cultural, nanay, las fuerzas vivas decidieron volver a la vieja, sana y digna guturalidad e impusieron de nuevo la Ley del Silencio. Que consiste básicamente en que ningún bar de la ciudad podría realizar actuaciones musicales en directo, de ningún tipo, a ninguna hora.
A algunos hosteleros, artistas y asociaciones de jipiosos ovetenses se les pusieron los huevos tensos (por algo somos ove-tenses) ante tal lógica y deseable normativa. Y la reacción del ayuntamiento fue, también lógicamente, ir a saco. Atacó a locales como el Malayerba (dónde además exponen ocasionalmente sus pintarrajos auténticos infra-artistuchos), que ofrecía, con total desfachatez, conciertos acústicos de guitarra a horas intempestivas, como el domingo a la una de la tarde, ¡casi tres horas antes de la siesta! Afortunadamente el Ayuntamiento no estaba solo, sino que contaba con el apoyo de un par de asociaciones de vecinos que en algunos casos no podían, desgraciadamente, dormir por hallarse a cientos o miles de metros de los locales en cuestión.
Pero la presión de otros ingorantes como yo tuvo cierto efecto, y finalmente, ante la CARENCIA, acorde con un auténtico espíritu gutural, del concepto de algo así como una Licencia Municipal para Música en Directo en Bares, un representante del Ayuntamiento invitó a “bordear la ley” siempre que los músicos tocaran bajito y esas cosas. Y es así que en el momento de escribir estas líneas, los pocos locales de Oviedo que se atreven a tener músicos en plantilla lo hacen en un estado de semiclandestinidad.
Y digo yo: ¿un auténtico representante de la guturalidad se rinde alguna vez? Por supuesto que no. Así que tan sólo hace unos días, el que posiblemente sea el único local que con cierta regularidad hacía conciertos de jazz (esa submúsica tan anti-aria) en directo, el Swing Jazz Club, recibió la carta que reproduzco a continuación:

Básicamente, el Ayuntamiento estaba exigiendo al citado local (donde he pasado horas, obligado, escuchando música degenerada, y consumiendo a la fuerza bebidas bien preparadas que no se parecían ni remotamente al garrafón) que clavara la tapa del piano. ¡CON DOS COJONES! ¡MUERA LA INTELIGENCIA!
Espero que este tipo de iniciativas se repitan a menudo hasta que expulsemos a todos los músicos y demás gente de mal vivir de la noble, heroica e invicta ciudad, y que los guturales habitantes de Vetusta nutran sus mentes con espectáculos constructivos, baratos, silenciosos y poco trastornantes —cortar el tráfico en el centro de una ciudad durante una semana no supone trastorno— como el que tuvimos el placer de presenciar en 2009.

http://glob.cranf.net/?p=1102

No hay comentarios:

Publicar un comentario